Posats a fer festa, un cop acabada la feina del veremar, els nostres avantpassats també muntaven, cada any, la barraca al Mercadal:
«Desde tiempo inmemorial, así que llegaba la recolección del vino, se establecía en el centro de la plaza una espaciosa barraca de cañas pertrechada con largas mesas y escaños, cuyo improvisado figón y taberna a la vez tenía colgados del techo numerosas sartas de coloradas guindillas interpuestas con los candiles necesarios para su alumbrado.
El vendimiador por un precio muy ínfimo hallaba el abadejo con rumescu, raciones de sangre con ali-oli, y fritadas de arengues enharinados.»
Sembla que la ubicació d’aquesta barraca gastronòmica acabà al primer quart del segle XIX per prohibició municipal, per la nosa que feia al mercat, però, sobretot, per ser un centre de baralles i avalots constants.